regiones que fijaron su residencia en Vélez el Rojo
después de verificada la Reconquista, a todas las cuales
el rey D. Fernando hizo donaciones de casas o solares
y tierras para su subsistencia; y de ellas descendían
aquellos pocos cristianos viejos que aquí quedaban
en la época de la expulsión de los moriscos, como
después veremos.
Los naturales de la villa tomaron el carácter de mudejares,
permitiéndoseles, como en todos los pueblos
conquistados, su lengua y religión, leyes, usos y costumbres.
Pocos años después de su incorporación á la
corona de Castilla, restablecida la paz por completo,
los habitantes de Velad-Álhamar—casi todos los cuales
habían ya abjurado del islamismo y abrazado voluntariamente
la religión católica siguiendo el ejemplo
del alcaide moro—fueron abandonando la antigua
población fortificada, de la que aún quedan pequeños
restos de torreones y murallas en la escarpada cumbre
de la ya citada sierra del Castellón, para dar comienzo
a la fundación de la moderna villa en el más cómodo
y pintoresco emplazamiento que actualmente
ocupa.
Para la salvaguardia y defensa de los cristianos
pobladores construyóse, según parece, un pequeño castillo
en el punto culminante de la meseta elegida para
emplazamiento de la nueva población; mas de él no ha
llegado anuestros días ningún resto ni vestigio. Puede,
sin embargo, colegirse el lugar de su situación por
el nombre que aún lleva la calle del Castillico, o del
Castillo o Plaza del Castillo, como se encuentra en antiguos
padrones o deslindes de casas situadas en sus
cercanías.
El nuevo fuerte no debió tener gran importancia,
si bien los señores marqueses de los Vélez, nombraban
para su alcaide a uno de los vecinos de más distinción,
todavía existía este cargo en 1742 en que el Sr, Don
Francisco Martínez Meca y Martínez de María, se posesionaba
del mando en nombre del señor territorial,
prestando juramento ante el Alcalde mayor de Vélez-
Blanco, y rindiendo pleito homenaje de tener y conservar
el castillo y fortaleza en tiempo de paz y de
guerra. El último alcaide lo fué D. Miguel Francisco
Martínez Serna,-hijo del anterior, que se posesionó del
empleo en 1798, conservándolo, aunque de un modo
puramente honorífico dada la supresión de hecho en
que habían quedado los antiguas regalías y señoríos,
hasta el año 1825 en que murió.
Es muy dudoso, sin embargo, que esta fortaleza
fuera originaria de la Reconquista. En una información
practicada por el Lidº Medrano, Juez en comisión
de S. M., con fecha 3 de Mayo de 1572, dijeron los testigos,
entre ellos Antón Lázaro el viejo, que en esta
villa no había Alcaide por que no había fortaleza; de
donde se infiere, que en dicha fecha, esto es, cuando
apenas contaba tres cuartos de siglo de antigüedad,
había ya desaparecido el nuevo castillo, lo que
es poco verosímil, o que su construcción fué posterior
a la expulsión de los moriscos. En el primer caso
debió ser reedificado por los nuevos pobladores, puesto
que de él y de su alcaide castellano se hace mención,
corno hemos dicho, en documentos de tiempos posteriores.
En el lado occidental de la misma explanada o Plaza,
en parte del solar que ocupa la de la Encarnación
y dando frente su fachada al expresado castillo, se
construyó en 1515 por el marqués de los Vélez y adelantado
de Murcia D. Pedro Fajardo la primera iglesia
parroquial, que se puso bajo le advocacíón del apóstol
S. Pedro en homenaje al fundador y en memoria también
del nombre adoptado por el alcaide moro Mahomad
Malique Alabez al convertirse a la religión de
Cristo . Fué el primero y único templo que hubo en
este pueblo después de la mezquita del Castellón, convertida
en capilla católica, hasta que, á fines del mismo
siglo, se edificó la ermita ó adoratorio de la Concepción,
extramuros, merced á las gestiones del Sr.
Obispo de Troya y auxiliar de Toledo, residente aquí
entonces, y con auxilio del Concejo y limosna de los
vecinos .
Antes de consagrar al culto la mezquita, se improvisó
por los primeros cristianos una pequeña capilla
en el palacio llamado de los Beica, que fué morada del
poblador Domingo de Beica y de su esposa Doña Luisa
Fernández de Córdoba, hoy conocido por el nombre de
casa de los Sernas, perteneciente a los herederos del Barón del Sacro-Lirio, y uno de los contadísimos edificios
que quedan en pié de aquella remota época.
Es creencia muy común la de que antes de la Reconquista
existía ya este palacio o casa de recreo,
construida tal vez para solaz de los propios Alabeces;
y que la situación de este palacio debió determinar el
emplazamiento por aquella parte de los primeros edificios
de la villa.
No hace muchos años que practicando unas excavaciones
en la vertiente septentrional del Castellón y dentro
todavía de lo que fué recinto fortificado del antiguo
Velad-Alhamar, se descubrió la entrada de una
angosta galería á la que se descendía por unos anchos
escalones de argamasa, y que, recorrida en el corto
trecho que permitieron las obstruciones y derrumbamientos
del terreoo, vino a notarse que seguía la dirección
y ondulaciones de la pendiente, en suaves declives
y con tendencia a atravesar el cauce de la rambla.
¿No pudieran ser, en efecto, vestigios aquellos de
un camino subterráneo que desde la antigua plaza fortificada
condujera sin riesgo a la citada casa de recreo
o quinta de Omar, cuyo nombre árabe aún lleva la
cristalina fuente que mana en sus inmediaciones? Empresas
más gigantescas y costosas que la que supone
una simple galería en tales condiciones y no más larga
de un kilómetro, eran sumamente fáciles y hacederas,
cuando redundaban enj su bienestar o servicio,
para aquella raza tenaz y celosa de su seguridad personal
y de la de sus haciendas.
Sea de ello lo que quiera, el origen remoto de la expresada finca atestigúalo un grupo escultórico allí
existente, de tamaño natural y de escaso mérito artístico,
representando a la Virgen y al arcángel San Gabriel
en el acto de la Anunciación de Nuestra Señora
y Encarnación del Verbo, Estas dos figuras, talladas
en madera, ofrecen en su factura y en su color bronceado
obscurecido por la pátina de los siglos, todo el aspecto de las imágenes medioevales, y se cree fueron
remitidas desde Murcia de orden del capitán D. Juan
de Abalos como obsequio a su nuevo ahijado el alcaide
moro converso Malique Alabez o Pedro de Abalos. Ambas
esculturas se conservan cuidadosamente como preciado
recuerdo histórico trasmitido de generación en
generación, en una sala baja de la ya citada casa de
los Sernas, y se hallan encerradas en amplia y acris-
talada hornacina en cuyo frontis se lee la siguiente
inscripción:
GRATIA PLENA.—DOMINUS TECUM.
ALTAR DONDE SE CELEBRÓ LA PRIMERA MISA EN ESTA
VILLA EL AÑO 1488.
A dos pasos de este altar se abre la puerta que da
acceso a un vistoso jardinillo limitado en su parte occidental
por la carretera de Granada, y en cuyo centro
todavía se yerguen frondosos tres gallardos y seculares
cipreses que sirvieron, según la tradición, para
Colgar la pequeña campana o esquilón que convocaba
a la celebración del santo sacrificio a los primeros cristianos
de la Reconquista .
El huerto de la casa de los Sernas estaba cercado
en tiempo de los moriscos y le llamaban el pago del
Alcázar; constaba de tres tahullas y media, una y media
de ellas poblada de morales y otros árboles. La fuente
de Omar debió sin duda tomar este nombre de su probable poseedor Abu-Omar-Ibrahim-Altegwíh célebre,
astrólogo velezano y juez que fué de Murcia, citado
por D. Félix Ponzoa en su obra referida .
He de consignar, por último, que las ruinas del
Castellón o sea del Vélez-Rubio antiguo , se destacan
todavía como indiqué al comienzo de este capítulo,
coronando el punto más eminente de la escarpada serrata así denominada, sita algo más de un kilómetro
al Sur de la moderna población.
Emplazado aquél sobre un plano inclinado hacia
Levante, el perímetro de su recinto amurallado no excederá
de unos quinientos metros, formando una especie
de triángulo isósceles cuyos lados mayores corresponden
á N.O. y N.E. y su vértice agudo al N., hallándose
limitado su lado menor, el más elevado y fortificado
del recinto, por una gran tajadura o acantilado
que hacía inexpugnable la fortaleza por la parte
meridional. A espaldas de ésta, y emergiendo de la ro-
quiza cresta paralela a la profunda cortadura o precipicio,
se ven restos de un pequeño baluarte con el que
comunicaría tal vez por medio de un puente levadizo.
Los ángulos superiores de la muralla muestran
vestigios de grandes torreones formados en su base de
gruesa manipostería, cuya trabazón, más fuerte en
sitios que las calcáreas moles sobre que asientan, así
como el robusto tapial de sus demás torrecillas y reductos
exteriores, darían á la plaza cierta inmunidad
contra los medios ofensivos de los tiempos anteriores
a su reconquista, avalorando más y más las excelentes
condiciones estratégicas debidas a su propia situación
y a sus sólidas defensas naturales.
Sobre la cumbre de la serrata y formando el lado
S. del expresado perímetro, están, como decimos, las
ruinas del fuerte principal o castillo, entre ellas las de
una gran torre cuadrada, con aspilleras, y a su flanco
un pequeño recinto abovedado y fuertemente revocado
de fino cemento, que el vulgo ha atribuido erróneamente
a lugar de retiro y oración.
Por el flanco occidental, al exterior de la muralla,
existe un ya ruinoso y bien construido algibe, de tres
departamentos, pero cuyos gruesos muros exteriores,
reforzados por fuertes contracimientos, parece denotar
haber servido de base a algún otro fortín o baluarte
que enlazara con la plaza por una galería subterránea
de la que aún se observan vestigios.
Aunque obstruidas por los desmoronamientos seculares,
adviértese también, dentro del recinto murado,
algún pequeño residuo de sólidas cimbras de argamasa
rojiza con fajas de adobes; y en la derruida muralla,
trozos construidos con doble cara de mampostea
y relleno el centro de duro barro bermejo, sistema de
fortificación muy usado por los árabes que poblaron en
este territorio.
Buena parte de estas moriscas construcciones, ha
sucumbido, más que al embite de los siglos, al golpe
demoledor de los incansables rebuscadores de tesoros
ocultos, que aún abundan por desgracia entre nuestras
clases proletarias.
Por los años de 1860, en que un modesto menestral
apodado el tío Callejón, tuvo la peregrina suerte de
hallar unas barritas de oro al pié de uno de aquellos
derruidos torreones, los adoradores de la magia de los
sueños y encantamientos se multiplicaron de modo prodigioso,
siendo muchos los sencillos jornaleros que se
lanzaban piqueta al brazo y con un enardecimiento
digno de mejor suerte, en busca de algún preciado
depósito enterrado allí por los hijos de Mahoma. Mas
las tentadoras barritas se agotaron pronto, pasando intactas
de manos de su incauto descubridor a las de
unos caldereros naturales de Maratea, de la provincia
Basilicata, en el reino de Napóles, avecindados hacía
mucho tiempo en Vélez-Rubio, quienes las adquirieron
dolosamente y en calidad de cobre; yendo a parar, por
último, sin duda por la ley de las compensaciones, pero
convertidas ya en sendos centines, a poder de Andrés
Romero, apodado el Nano, José González Cedacero
y consortes, mediante el ingenioso «timo» conocido
por Los Mirlanes o la encantada de Xiquena, que dio
motivo a un curioso proceso que hizo célebre a sus protagonistas
en la comarca, y que revela a que extremos
tan ridículos e inconcebibles conduce en ocasiones la
codicia humana y la imbecilidad de ciertas pobres
gentes,
Y hecha esta importuna digresión, pasemos a tratar
del primer señor territorial de los Vélez y de uno
de los linajes más gloriosos que aquí se establecieron
después de la Reconquista, dando origen a la formación
de la moderna y pintoresca villa de Vélez el Rojo,
que luego acrecentaron los habitantes del abrupto poblado
que hemos descrito, al ser abandonado éste por
su mucha escasez de aguas potables e incómodo acceso
y reemplazado por las nuevas y angostas viviendas
que hoy forman la red de tortuosas callejuelas que se
extiende desde las calles de Faulóu, Espartería y Puerta
de San Nicolás, hasta las de Santa Inés, Pelao, Correa,
Serna, Rubio, Juego de Barras y Empedrada a
concluir en la actual Puerta de Lorca.
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